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Sentémonos a hablar

La comunicación frente al suicidio es un aspecto que se puede encontrar de muchas maneras: señales, alertas, pedidos de ayuda o acompañamiento

Mayo 8 de 2020 

Actualmente, Isabel Uribe estudia Comunicación Social - Periodismo en la Universidad Pontificia Bolivariana.

Foto: cortesía

Muchas veces las cosas están ahí, aunque no las veamos. Muchas veces sentimos cosas que no sabemos qué son. Muchas veces algo le puede estar pasando a nuestros más cercanos y nosotros no lo notamos. Muchas veces… las cosas pasan, y ya no hay vuelta atrás. Cuando se habla de suicidio o de ideaciones o de intentos suicidas, es necesario que se hable también de cuál es la causa, de entre tantas que hay. En este caso, es una: la depresión.

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La depresión está catalogada dentro del estudio del suicidio como un factor de riesgo correspondiente a antecedentes de trastorno psiquiátrico. Según la Secretaría de Salud de Medellín, este conjunto representa en un 47% de los casos a las personas que intentaron quitarse la vida en la ciudad en 2019.

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Isabel Uribe Ochoa, una estudiante de apenas 20 años, ya ha pasado por tres episodios traumáticos que tienen que ver con el suicidio: dos de sus amigas lo intentaron alguna vez, acudiendo a ella; y un intento propio. Los tres casos estuvieron vinculados a la depresión. Con la particularidad de que, en el caso de una de sus amigas, la asistencia psiquiátrica llegó después del intento, pero en el de ella, ya había un proceso psicológico y psiquiátrico desde antes de tomar esa decisión.

Si bien la depresión es un trastorno psiquiátrico o mental, se puede presentar de muchas maneras, y su identificación no siempre va a ser fácil. Para Isabel, la depresión no es circunstancial, no importa si se está en el estado ideal para vivir, o si se tiene todo lo que se desea; inexplicablemente, ahí está. No se elige si se quiere sufrir depresión o no.

Aunque en su casa ya se tenía conocimiento de esto, los acompañamientos profesionales en los que se encontraba no fueron suficientes, y, un día, Isabel tomó esa decisión. Ingirió una cantidad considerable de medicamentos, que ella supuso que iban a ser lo suficientemente fuertes para, eventualmente, hacerle un daño grande a su salud. Esa fue su decisión. Afortunadamente, cuenta ella, su pareja de esa época llegó en un buen momento y logró ayudarla.

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Según la experta y docente investigadora del Centro de Investigación de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, Sandra Alvarán, hay una explicación para el hecho de que Isabel haya elegido como método la intoxicación con medicamentos. Si bien se habla de que la estética de la muerte podría ser una razón para que las mujeres no usen métodos contundentes a la hora de intentar quitarse la vida, hay otra razón más fuerte que respalda esto y es que muchos de estos casos son catalogados como “alarmas”, pues la intención primaria de estas mujeres no es quererse suicidar, sino alertar que algo les está pasando.

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Esta explicación sucede frente a un hecho: las mujeres intentan quitarse la vida en el doble de oportunidades que los hombres, pero a la hora de la realización, estos son cuatro veces más efectivos.

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Ya está hecho, qué más da.

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En un principio, Isabel no le contó a su familia lo que había hecho, y solo su novio sabía. Pero, paulatinamente, comenzó a confiar, empezando por su papá, médico de profesión, quien más fácil podría entenderla y con quien ya había tenido conversaciones sobre la depresión en ocasiones anteriores.

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Aunque Isabel siempre ha tenido y mantenido una excelente relación con su familia y amigos, la situación fue muy fuerte internamente para ella y sintió que debía nutrir más sus entornos. En cuanto a prevención del suicidio, a estos entornos se les conoce como redes de apoyo, ya sean sociales o familiares. Este es un aspecto importante, tanto anterior como posterior a un intento de suicidio, y así lo recalca el Manual para profesionales de la salud: Atención con calidad a las personas que presentan conductas suicidas, de la administración municipal de 2012-2015, al proponer que se “debe evaluar los sistemas de apoyo disponibles, identificar a parientes, amigos, conocidos u otras personas que puedan apoyar el proceso de intervención”.

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Isabel, frente a su situación, afirma que no quería matarse, quería que alguien la salvara. Sin embargo, no utilizó las líneas de apoyo disponibles para todos los ciudadanos de Medellín y esperó a ver qué sucedía. Según ella, sabía de la existencia de alguna línea de ayuda para este tipo de incidentes, pero no tenía la certeza de que realmente funcionaran, debido a que en ninguno de sus entornos estas le fueron enseñadas.

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La línea de apoyo psicosocial (123 social) o la línea amiga saludable (444 44 48) son las que más se buscan impulsar desde los proyectos de prevención del suicidio liderados por la administración local, pero su difusión, siente Isabel, entre los jóvenes no es la mejor. Esto último, teniendo en cuenta que esta es la población que más afectada se ve por este fenómeno, según indica la Secretaría de Salud de la ciudad.

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Pensando más a profundidad, Isabel considera que es grave que los jóvenes no tengan conocimiento de estas líneas de apoyo. Sin embargo, también cree que una de las razones del poco uso que se le puede estar dando a estos espacios de atención, puede deberse a que aún la sociedad en general no está preparada para hablar sobre el suicidio como tema, pues se sigue viendo como un tabú.

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¿Conoces a alguien que haya experimentado o mostrado alguna conducta suicida? ¿Acompañaste a esa persona? ¿Cómo lo hiciste?

¡Gracias por tu mensaje!

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