En los dos primeros días de febrero, siete personas se quitaron la vida en Medellín, por causas asociadas a la depresión y el alcoholismo. Este hecho prendió las alarmas de las autoridades, ya que la tasa de mortalidad por suicidio en la ciudad creció en los últimos años, al pasar de 4,7 en 2014 a 6,4 en 2019, por cada 100.000 habitantes, a pesar de las políticas y medidas adoptadas por la administración municipal. En el año se presentan entre 160 y 180 casos en la ciudad, siendo los más afectados los jóvenes entre 20 y 29 años, según el observatorio Medellín Cómo Vamos.

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Es alarmante ver cómo las cifras han aumentado en los últimos años, “porque a pesar de que la ciudad viene mejorando su oferta en salud mental, los pacientes todavía son víctimas de un sistema que obstaculiza su atención y las estrategias emprendidas por el gobierno local no dan los resultados esperados”, dice el diario El Tiempo, en un reciente informe sobre el tema..

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De esta manera, es fundamental conocer por qué ha fallado el sistema de atención y prevención del suicidio en la ciudad. Incluso, la Personería de Medellín asegura que el reto de las instituciones es fomentar estrategias multisectoriales para la promoción de salud mental en Medellín, pues el suicidio es una patología que puede prevenirse con acciones oportunas y acompañamiento a la población en riesgo, es decir, hay deficiencia en la implementación de estrategias para la prevención del suicidio.